LAS SEIS COYOLXAUHQUI: Variaciones Sobre Un Mismo Tema

Eduardo Matos Moctezuma

En este trabajo pretendemos dar a conocer las diferentes representaciones que sobre esta deidad hicieran los mexicas. De ahí el título que hemos escogido. Como veremos, las seis esculturas son muy diferentes entre sí, aunque los atributos de la diosa sean constantes en ellas. Lo anterior nos da el pretexto, además, para hacer un breve análisis de cómo surge esta figura, cómo se le mitifica y cómo queda plasmada en la piedra. Por eso hemos dividido el trabajo en tres partes: en la primera veremos a Coyolxauhqui y a Huitzilopochtli dentro de su contexto histórico; en la segunda cómo se convierten en mito y en el último cómo se recrea la figura de la diosa a través de la escultura. Es en esta tercera y última parte donde aprovechamos para dar a conocer algunas representaciones de la diosa que hasta ahora eran desconocidas y que han sido encontradas o identificadas en años recientes.

1. COYOLXAUHQUI Y HUITZILOPOCHTLI EN LA REALIDAD HISTÓRICA

Es de sobra conocido cómo en diferentes fuentes documentales los primeros señalamientos en relación a Coyolxauhqui se dan durante la llamada peregrinación azteca. En efecto, los relatos de Durán y Tezozómoc, por ejemplo, mencionan al personaje siempre relacionado con el dios guerrero Huitzilopochtli. Por cierto, que éste es un dirigente mexica que será posteriormente deificado como ocurre con tantos y tantos personajes en sociedades antiguas, si hemos de creer en lo que nos menciona Cristóbal del Castillo en su Historia de la venida de los mexicanos. Por otra parte, es interesante resaltar los problemas que este personaje tiene con figuras femeninas antes de la llegada de los mexicas al Valle de México. Recordemos a Malinalxóchitl, hermana de Huitzilopochtli, que es abandonada en el transcurso del recorrido. Mujer de malas artes, se le señala como hechicera y se le atribuye la fundación de Malinalco. Después surgirá Coyolxauhqui, la de cascabeles en las mejillas. La presencia de esta señora va a estar acompañada de acontecimientos importantes. Por un lado, se le señala como cabeza de uno de los «barrios» que conforman el grupo mayor azteca: los Huitznahua. Así, desde la salida de Aztlan se les menciona a estos Huitznahua tanto por Durán como por Tezozómoc. Dice el primero al referirse a los dioses de los diferentes «barrios»:

El dios del primer barrio se llamaba Yopican tetli; el segundo, Tlacochcalcatl tecutli; el tercero Uitznagoatl tecutli…

Por su parte Tezozómoc los menciona tanto en su Crónica Mexicayotl como en la Crónica Mexicana. Dice esta última:

El uno de los barrios se llamaba Iopico, Tlacoch calca; el tercer barrio Huitznahuac…

Esto es importante, ya que al llegar a Coatepec veremos cómo los de este «barrio», encabezados por Coyolxauhqui, van a tratar de desobedecer a los de Huitzilopoohtli. La derrota que sufre es terrible. Seguimos leyendo en Durán:

cuyo caudillo de aquella murmuración y concierto era Uitznahua, una señora llamada Coyolxauh…

Más adelante continúa:

…venida la mañana, alIaron muertos a los principales movedores de aquella rebelión, juntamente a la señora que dijimos se llamaba Coyolxauh, y a todos abiertos por los pechos y sacados solamente los corazones…

Alvarado Tezozómoc también nos da prolija descripción, especialmente en la Crónica Mexicayotl, del momento en que se asientan en Coatepec:

En seguida, le dijeron a Huitzilopochtli sus tíos, los «Centzonhuitzahua», los sacerdotes. «Aquí concluirá la tarea para la que viniste, para regir, para enfrentarte a la gente de los cuatro puntos cardinales…

Este requerimiento de los Huitzhahua de que Coatepec era el lugar elegido para asentarse los mexicas, enoja a Huitzilopochtli. Continúa así el relato:

Al punto se enojó Huitzilopochtli y les dijo luego: ¿Qué es lo que decís? ¿Qué acaso sabéis vosotros, os competa a vosotros, o tal vez me sobrepujáis? Que yo sé lo que he de hacer, e incontinenti apercíbese Huitzilopochtli en su morada, en el templo se aprestó, se armó para la guerra, precisamente con miel fué con lo que se juntó todo; entonces cercó a cada uno, y tomó su escudo, con que se enfrentó a sus tíos, con el que escaramuzaron -estaba allá la madre de Huitzilopocht1i, llamada Coyolxauhcihuatl-; en cuanto se preparó para la guerra viene luego, a destruir y matar a sus tíos, a los «Centzonhuitznahua»; allá en Teotlachco cómese a sus tíos y a su madre, a la que había tomado por madre, llamada Coyolxauhcihuatl; por ella fué por quien comenzó cuando le mató en Teotlachco, y la degolló y se le comió el corazón. Coyolxauh era la hermana mayor de los «Centzonhuitznahua»; cuando se los comió era media noche, y al llegar al alba vinieron sus padres, sus vasallos, los mexicanos, que todos están agujerados precisamente del pecho, Coyolxauh y los «Centzonhuitznahua» … 5 De estos relatos, en que lo histórico se entremezcla con el mito, vale la pena hacer algunos señalamientos. En primer lugar, los Huitznahua son parte del grupo mexica desde la salida de Aztlán hasta que, finalmente, se van a establecer en Tenochtitlan, como estas mismas fuentes lo indican. Que Coyolxauhqui comandaba el grupo no hay duda, de ahí que se le considere «hermana mayor»; ella encabezaba la rebelión y por ello su muerte es resaltada. Pero veamos el motivo de la lucha entre quienes encabeza Coyolxauhqui y los de Huitzilopochtli. Aquí creemos que lo propuesto por Yolotl González tiene sentido. Se trata de una lucha interna por el control del grupo mayor. Todo surge de un desacuerdo. Conforme a la costumbre, los vencidos en la guerra serán sacrificados y su corazón ofrendado al Sol. De ahí que se enfatice cómo Huitzilopochtli (el Sol) va a devorar los corazones de los vencidos Huitznahua. La suerte de Coyolxauhqui también será terrible: se le decapita y se le extrae el corazón, desmembrándosele. Es el destino de quienes pierden en la guerra: ser inmolados en el templo, pues no otra cosa es el Coatepec, y su corazón ofrendado al dios solar. Por otra parte, los Huitznahua son el «barrio» del sur (¿ocuparían este lugar en los sitios en donde se asientan?) y Su relación con Huitzilopochtli, por lo tanto, muy estrecha. Una organización social en la que los dirigentes de los distintos barrios estuvieran emparentados no sería de extrañar, de allí las referencias de tíos, hermanos, etc.

Resumido lo anterior, podríamos sintetizarlo así: la rebelión dentro del mismo grupo mexica y la lucha entre «barrios» va a resultar funesta para los Huitznahua, quienes pese a todo continúan con todo el grupo hasta asentarse, como ya se dijo, en Tenochtitlan.

Ahora bien, este acontecimiento va a ser muy importante para el grupo de Huitzilopochtli. Ya hemos visto cómo a lo largo de la llamada peregrinación, son varias las dificultades que se le presentan a este último. Sin embargo, logra salir avante. De esta manera se consolida su posición y más tarde lo que fue lucha entre hombres se va a convertir en lucha entre dioses. La guerra es mitificada y el simbolismo reviste al hecho real. Pero antes de continuar veamos cómo el mismo Huitzilopochtli, al parecer era un personaje real.

En efecto, Cristóbal del Castillo nos relata en su Historia de la venida de los mexicanos… crónica que nos habla del mexica cuando éste se encuentra en Aztlán y emprende la peregrinación, de cómo Huitzilopochtli estaba al mando de los mexicas y su dios era Tetzauhtéotl. Así nos dice la crónica que, por cierto, nos da mayor información del lugar de origen que los otros dos cronistas mencionados:

y el gran Tlacatecólotl Tetzauhtéotl se apareció cuando lo llamó Huitzilopoch -cuidador de tIacatecólotl, adivino, servidor del tiacatecólotl- y le dijo: ‘oh mi macehual, ¡oh Huitzil! en verdad me causan mucha compasión tú y todos estos mis macehuales los ribereños mecitin…

Y así continúa el dios ordenado al dirigente Huitzilopochtli lo que debe de hacer. Este responde:

¡Mi señor, mi dios, mi gobernante! ¿Y por qué causa no habría de hacerlo? ¿por mi propia voluntad frente a ti no habría de hacer ofrendas y votos? De parte de todos tus hijos, tus macehuales, sinceramente ante ti me humillo, te ruego. Y ante ti juro, beso el piso. Porque en verdad cumpliré, haré todas las cosas que tú me ordenes, pues verdaderamente soy tu macehual, tu sirviente, todo el tiempo vivo junto a ti, para servirte, para. obedecerte, para gobernar al conjunto de los macehuales, todos los que aquí están. ¿Acaso alguna vez te hemos ofendido? En verdad no: siempre te hemos ofrendado nuestra sangre y la sangre de todos los animales que están en el agua y que vuelan, y donde tomemos a otros que sean hombres como nosotros, te ofrendaremos su sangre y su corazón. Porque en verdad somos solo macehuales de los gobernantes de los aztecas, y nuestros dioses no son sus dioses. Y a ti solo servimos y adoramos.

Y el dios Tetzauhteotl empezó a guiar a su pueblo bajo el gobierno de Huitzilopochtli. Éste muere en el transcurso del desplazamiento y será convertido en dios, fundiéndose con aquél, como veremos a continuación.

II. COYOLXAUHQUI Y HUITZILOPOCHTLI EN EL MITO

El acontecimiento real, histórico, ocurrido durante el lapso que va de Aztlán a Tenochtitlan, consistente en luchas internas por el poder y que se expresa en las crónicas como separaciones de determinados «barrios» en relación al grupo mayor mexica, y que ya asentados en Tenochtitlan vuelve a presentarse cuando otro grupo se separa y funda Tlatelolco (de donde podemos hablar de mexicas tenochcas y mexicas tlatelolcas), es muy significativo en cuanto a lo que venimos tratando. Ahora bien, aquel combate tan importante que lleva a los del grupo de Huitzilopochtli a consolidarse al mando de los mexicas, va a ser mitificado posteriormente. Sabemos cómo en diferentes religiones muchos mitos importantes surgen a partir de hechos reales, desde la deificación de determinados personajes que vivieron realmente -como es el caso de Huitzilopochtli y Coyolxauhqui-, hasta la transformación de acontecimientos trascendentales que revisten gran importancia para el pueblo que los crea y que es necesario hacerlos perdurar en el tiempo. El mito cobra aquí todo su significado y el rito habrá de ayudar para hacerlo trascender con la repetición de lo acontecido en illo tempore. La acción de los hombres pasa a ser acción de los dioses. De esto hemos dicho:

Coyolxauhqui nace con su muerte. Surge como deidad de la lucha cósmica contra Huitzilopochtli librada en el cerro de Coatepec, cercano a Tula. El mito hecho realidad queda plasmado en el Templo de Huitzilopochtli: Coyolxauhqui, decapitada y desmembrada, yace al pie del cerro -el templo mismo- desde cuya cima Huitzilopochtli rige los destinos de un pueblo. Es esa lucha constante entre elementos, esa lucha que lleva a repetir, actualizado, lo que ocurrió en el tiempo mítico.

De allí que en las ofrendas encontradas en honor del templo y de la diosa, la presencia de las cabezas de individuos sacrificados sea constante: se vuelve a repetir la lucha mítica en su nuevo lugar de culto, y así, el basamento piramidal es nuevamente el cerro donde se verificó la lucha, y las deidades ocupan el lugar que el mito les asigna.

Pero… ¿qué hay detrás de todo esto? Porque si bien es cierto que el mito logra su presencia y se reitera en las víctimas que subían a ser inmoladas al dios, y en las que eran decapitadas en honor de Coyolxauhqui (mismas que al momento del sacrificio representaban a la deidad), también es verdad que el mito surge efectivamente de una realidad y simboliza un suceso.

¿Qué conseguía el mexica con esto?

El mexica lograba así dos fines y resolvía dos problemas: por un lado, el aspecto religioso, conforme al cual las víctimas para el sacrificio proveían al Dios del líquido precioso para que el universo continuara su marcha. Por el otro, la víctima, proveniente de un grupo enemigo, volvía a representar al pueblo vencido (Coyolxauhqui) y lo que esto traía aparejado: el pago de un tributo necesario para la economía mexica. Es decir, que el ofrendamiento a través del ritual no era solamente a una deidad tribal importante. Permitía el ofrendamiento al sol-guerrero que garantizaba la supervivencia de sí mismos. Dicho en otras palabras, todo el aparato ideológico mexica tendía a eso, a lograr la supervivencia, la reproducción de un estado de cosas en que lo económico y lo mítico se funden a través de mecanismos religiosos que dan validez al ritual, el cual entraña una esencia que es importante descubrir. No nos quedemos con la imagen del dios, rompámosla y veamos qué hay detrás de él.

El combate de Coatepec va a ser, por lo tanto, convertido en mito y en ritual. Huitzilopochtli o sus representantes, que someten y vencen a los Huitznahua, van a hacer de este acto un combate portentoso en donde el dios solar derrota a innumerables guerreros del sur. Surge aquí algo interesante, pues conforme al mito, el dios nace del vientre de la diosa de la tierra, Coatlicue, y nace para combatir. Aunque el personaje ya es mencionado desde que salen de Aztlán, el mito hace que nazca en el lugar del combate. La manera en que se convierte en dios es muy interesante. Según la versión de Cristóbal del Castillo, ya anciano Huitzilopochtli reúne a su pueblo y les dice que los dioses lo han llamado y le han dicho, entre otras cosas:

Y para hacerte bien, en sólo 5 días morirás… y aunque morirás, tu ánima estará con nosotros, a nuestro lado. Y no te desamparará nuestro capitán Tetzauhtéotl, porque se asentará en tus huesos, en tu cráneo, y a través de ti hablará, como si tú allí estuvieses vivo. Lo sabrán todos los macehuales, de manera que cuando algo deseen entender … tú les dirás, les ordenarás lo que harán…

A continuación, sigue el relato con algo muy importante, cómo los huesos de Huitzilopochtli serán guardados en un bulto y el lugar que deben ocupar. Dice así el relato:

Y cuando te saquen, entonces pondrán tus huesos en el cofre, en el bulto, y los depositarán sobre el altar, sobre el templo: en un lugar bueno y recto estará el bulto, el cofre de tus huesos. Y a diario te servirán copal, con él te incensarán, ante ti ofrendarán incienso, porque tú serás la imagen de nuestro comandante Tetzauhtéotl, que también allí estará » … » con esto te beneficiamos: serás el Tetzauhtéotl, porque serás su imagen, de manera que te llamarán Huitzilopochtli – Tetzauhtéotl.

Aquí se explica la sacralidad del bulto deificado que traen en la peregrinación, y el cual sería colocado en lo alto del Templo Mayor de Tenochtitlan. Ya Miguel León-Portilla ha hablado del interés de los españoles en tomar el bulto, el cual es guardado celosamente por ancianos después de la conquista.

Pero volviendo a la mitificación de los contendientes, vemos cómo el mito da paso al ritual para así perdurar.

El ritual reproduce el mito en el Templo Mayor. Lo que el dios solar hace con Coyolxauhqui es lo mismo que en la fiesta de Panquetzalitztli se repite con los prisioneros de guerra. Éstos, representando a los «Centzohuiznahua», suben a lo alto del templo pasando a un lado de la efigie de la diosa Coyolxauhqui. Arriba se les inmola, se les extrae el corazón y el cuerpo es arrojado para caer sobre la escultura de la diosa, en donde se les desmembra. Pero vayamos a lo que simboliza todo esto.

Se ha dicho que puede representar el vencimiento del Sol sobre la Luna (Coyolxauhqui) y las estrellas (las innumerables del sur, los Centzohuiznahua). Otros investigadores piensan que se trata de lucha por el poder. Para nosotros, ambas versiones tienen vigencia y no se contraponen. Una corresponde, como quedó dicho, al hecho real, y la otra a un simbolismo que cobra vigencia en un pueblo agrario y militar que vive dentro de una visión cíclica del universo, de noche y día, de vida y muerte, en donde la temporada de lluvia, de crecimiento de las plantas, de fertilidad, en una palabra, de vida, se va a alternar con una época de sequía en que ya no llueve y las plantas pierden su verdor, momento en que los dioses guerreros cobran su importancia y cada ciclo está separado por la fiesta al dios del fuego y del año: él divide la dualidad, está en medio de ella y de allí su presencia en el centro del cosmos, todo esto cobra realidad viva, latente, en el Templo Mayor de los mexicas.

III. COYOLXAUHQUI EN EL ARTE

Común denominador del arte mesoamericano es que éste expresa simbolismos. Ya Paul Westheim ha dicho que «El arte del México antiguo… parte del mito y conduce al mito». El caso de las esculturas de la CoyoIxauhqui y su contexto dentro del Templo Mayor y todo lo que ello implica es clara aseveración de los antes dicho. Por lo tanto, no es de dudar que un mito tan importante como el ya reseñado, fuere reproducido en todas sus partes en el Templo Mayor. Es así como el cerro-templo de Coatepec se materializa en el principal edificio mexica. Los dioses se ubican conforme lo indica el mito y todo el contexto (cabezas de serpientes, esculturas representando a los Centzohuitznahua, etcétera) cobran forma definitiva. La lectura de todo el conjunto, por lo tanto, debe entenderse a partir de la integración de todos los elementos asociados, incluidas las ofrendas. Ahora bien, esto no impide analizar uno de los componentes de aquel contexto viendo las características que reviste. Eso es 10 que vamos a hacer con la manera de representar a Coyolxauhqui, motivo inicial de este trabajo. Para ello empezaremos por describir cada una de las representaciones escultóricas de las que hasta ahora tenemos noticias, dividiéndolas en dos grupos: aquellas en que solamente se esculpió la cabeza y las que la representan de cuerpo entero.

A) Representaciones de la cabeza de Coyolxauhqui:

Dos son las esculturas que conocemos en que la diosa es representada solamente por la cabeza. Curiosamente, en ambos casos desconocemos el contexto exacto en que fueron encontradas. Describámoslas.

Coyolxauhqui 1.

Nos referimos a aquella escultura monumental de diorita que actualmente se encuentra en la sala mexica del Museo Nacional de Antropología. Fue encontrada hacia la segunda década del siglo pasado muy cerca del Templo Mayor. Así describe la ubicación don Antonio Peñafiel:

La cabeza colosal de diorita fue encontrada al abrirse los cimientos de una casa en la Calle de Santa Teresa, en propiedades del convento de la Concepción y cedida por la abadesa al Museo Nacional.

La Calle de Santa Teresa es la actual de Guatemala, debajo de la cual esta ha el Templo Mayor en su lado de Huitzilopochtli, por lo que no cabe duda que perteneció al Templo Mayor y que estuvo colocada, como es lógico, del lado del dios de la guerra. La pieza se trasladó a la entonces Universidad, siendo colocada junto a la Coatlicue, que allí se encontraba. La identificación de la diosa se logra gracias a Eduard Seler que ve los distintivos principales: los cascabeles de oro en las mejillas. Porta orejeras y nariguera con 10 que parece el símbolo del año y en el pelo tiene los plumones de los destinados al sacrificio y la serpiente que se entreteje en el mismo, surgiendo su cabeza sobre la frente de la diosa. Los ojos, entrecerrados, corresponden a la deidad ya decapitada. Como característica específica de esta representación tiene labrado en su parte inferior, en 10 que corresponde al cuello, el símbolo de la guerra, el atltlachinolli. Esto no es de extrañar, pues recordemos que es muerta en combate. Mide 80 cms. de alto por 85 cms. de ancho.

B) A continuación describiremos las representaciones de cuerpo entero que conocemos de la deidad, si bien hay que advertir que en algún caso se trata de fragmentos de la diosa, aunque por sus características se aprecia que formaban parte de una escultura completa.

Coyolxauhqui 2.

Se trata de una pequeña máscara en piedra verde que actualmente está en el Peabody Museum de Harvard. Fue adquirida en 1928 pero su procedencia es desconocida. Los atributos de la diosa los vemos, nuevamente, en los cascabeles sobre las mejillas atados con una cinta que pasa sobre el puente de la nariz. Lleva orejeras similares a la anteriormente descrita y los plumones en el cabello, además de presentar los ojos semicerrados.

Mide 11.5 cms. de alto por 14.75 cms. de ancho.

Coyolxauhqui 3.

Nos referimos a la muy conocida escultura de la diosa encontrada el 21 de febrero de 1978 sobre la plataforma del Templo Mayor (etapa IV b, 1469 d.C. aproximadamente). Actualmente se puede ver en el Museo del Templo Mayor y sus elementos son característicos: la cabeza tiene, al igual que las dos anteriores, los cascabeles sobre las mejillas atados por una cinta o banda; tiene orejeras y nariguera con el símbolo del año; las bolas de plumón de los sacrificados adornan su cabello y un gran penacho de plumas está colocado en la cabeza. Una serpiente entrelazada con el cabello surge sobre la frente. En este caso, la cabeza está representada de perfil. El cuello está cercenado y esto se indica con los pliegues de la herida en forma de pequeñas ondulaciones. El tronco del cuerpo está desnudo y sólo tiene un cinturón atado en forma de doble serpiente que en su parte posterior luce un cráneo. Brazos y piernas están separadas del tronco y de las partes mutiladas afloran los huesos (húmeros y fémures). Gotas de sangre resbalan de los miembros cercenados. Las cuatro extremidades tienen dobles serpientes anudadas, las que tenían un significado mágico. Tiene un diámetro de 3.25 mts. De esta escultura hemos dicho que «se perfila como una de las más grandes manifestaciones escultóricas del arte mexica que sobrevivieron a la hecatombe de la invasión hispana».

Coyolxauhqui 4.

Se trata de un pedazo de una escultura mayor en que podemos observar parte de la cabeza, de perfil, de la diosa. Se encontraba colocada en la esquina suroeste del Templo Mayor en la etapa IV b, que fue excavada por Manuel Gamio en 1914 y ampliada posteriormente por Hugo Moedano en 1948. Pensamos que fue este último quien la colocó en ese lugar; desconociéndose su procedencia original. Allí permaneció muchos años hasta que el Proyecto Templo Mayor la trasladó a la Bodega de Bienes Culturales del mismo Museo. Se trata del perfil del rostro en el que vemos parte de la nariz, la banda que pasa sobre ella y el cabello con los pulmones. La serpiente aflora del pelo sobre la frente. En general, la pieza está muy erosionada y por su tamaño debió de formar parte de una escultura de grandes dimensiones. La identificación de la diosa la hizo el arqueólogo Felipe Solís. El bloque irregular mide de largo 0.82cms. y 0.64 cms. de ancho, y parece ser de andesita rosa, al igual que la escultura anterior.

Coyolxauhqui 5.

Se trata de cuatro grandes fragmentos irregulares de una escultura en que se aprecian elementos que corresponden a la diosa. Fueron encontrados en el patio del lado sur del Templo Mayor durante nuestras excavaciones en 1980, a poca profundidad, lo que nos hace pensar que pudieron pertenecer a las últimas etapas del Templo Mayor. Uno de los fragmentos muestra una de las piernas (la derecha) con el pie calzado y adornado exactamente igual que los de la Coyolxauhqui 3. También vemos la doble serpiente atada en la pantorrilla. Mide de largo 1.05 mts. y de ancho 1.07 mts.

Otro de los fragmentos es muy interesante ya que muestra parte del cuerpo de la diosa -tronco y brazo izquierdo- el primero atravesado a la altura del corazón por un enorme dardo, la xiuhcóatl, que hemos interpretado como el rayo solar, arma de Huitzilopochtli. La herida muestra las ondulaciones que indican el cercenamiento de la piel. Un seno de la diosa puede apreciarse cerca del dardo. El brazo lleva la doble serpiente atada y se alcanza a identificar el rostro enigmático que aparece en las coyunturas de la Coyolxauhqui 3 y en la Coatlicue. Mide 1.30 mts. de largo y 1.24 mts. de ancho.

El tercer fragmento corresponde al tocado. Vemos los adornos similares de la Coyolxauhqui 3 y largas plumas, siendo interesante observar un mechón que está atado por cuatro cintas con cascabeles. El mechón emerge de un disco solar. Mide 1.37 mts. de largo y .98 cms. de ancho.

No descartamos que a estos fragmentos pudieran pertenecer la cabeza que hemos denominado para este estudio Coyolxauhqui 4. De ser así, podríamos pensar en la composición que presentamos en el dibujo correspondiente.

Coyolxauhqui 6.

En este artículo damos a conocer completa, esta nueva representación de Coyolxauhqui y las ofrendas que la acompañaban. Se encontró exactamente debajo de la monumental escultura de Coyolxauhqui 3 en la etapa IV a (1460 d.C. aproximadamente), por 10 tanto es anterior a ella. Actualmente se encuentra in situ. Fue localizada parcialmente por miembros del equipo de rescate arqueológico que intervino en 1978 a raíz del hallazgo de la Coyolxauhqui de arriba. Sin embargo, inicialmente pensaron que la parte excavada el cuerpo representaba un niño y así lo dieron a conocer a la prensa. Pude observarla detenidamente y me percaté de que era el cuerpo de la diosa, comunicándoselo así al arqueólogo Raúl Arana. Posteriormente, en 1987, se hizo el traslado de la Coyolxauhqui 3 al Museo del Templo Mayor, por lo que ordené de inmediato se efectuara la excavación para obtener completa la figura, trabajo que se le encomendó a Francisco Hinojosa. Lo que se encontró fue realmente interesante. El cuerpo está de perfil hacia su lado izquierdo. Tiene el seno de ese lado y los pliegues del vientre son visibles, al igual que los muñones con las ondulaciones donde se le cercenaron las extremidades. Los brazos y piernas están muy separados del tronco y estas últimas colocadas con las rodillas hacia adentro, lo que le da un aspecto muy peculiar. No se encontró la cabeza. Es, desde luego, de una calidad muy inferior a la de arriba.

Frente a la figura mutilada se hallaron dos esculturas en piedra a nivel del piso. La que está más al poniente representa un escudo con dardos atravesados, lo que hemos interpretado como símbolo de Tenochtitlan. Así lo vemos en la lámina 1 del Códice Mendocino con la inscripción «Tenochtitlan» debajo. Volvemos a verla en la pictografía de la fundación de la ciudad del Atlas de Durán, en la parte superior. En fin, pensamos que este escudo y los dardos simbolizan a la ciudad tenochca. En otra ocasión hablaremos de esto. La otra escultura es una doble serpiente entrelazada, posiblemente una petlacoatl.

Dos ofrendas se encontraron asociadas a esta efigie de la deidad. A la primera se le asignó el núm. 92 para continuar con la numeración general de las ofrendas del Templo Mayor. Consistía en dos niveles; el inferior tenía un cartílago rostral de pez sierra orientado de Este a Oeste, una navaja de obsidiana y 180 cuentas de piedra verde. El nivel superior tenía 10 cuchillos de silex, un collar de 40 caracoles oliva, 265 cuentas de carbonato pintadas de azul, una bola de copal y los huesos de 12 codornices.

La otra ofrenda es la 93 y se encontró dentro de una cista debajo de la figura de Coyolxauhqui. Su contenido estaba formado por un cartílago rostral de pez sierra colocado al centro, restos de copal, huesos de codorniz y una escultura pequeña del estilo mezcala.

Por cierto, es importante mencionar el uso que tenía el espadarte o pico del pez sierra. Sobre el particular, leemos en Sahagún lo siguiente, en relación a la fiesta de Tecuilhuitontli en honor de la diosa Uiztocihuatl y al momento en que se iba a sacrificar a una mujer como parte del ritual:

“poníanle sobre la garganta un palo rollizo, al cual tenían dos apretándolo para que no pudiese dar voces al tiempo que le abrieron los pechos. Otros dicen que éste era un hocico de espadarte, que es un pez marino que tiene un arma como espada en el hocico, que tiene colmillos de ambas partes. Con éste le apretaban la garganta.”

Como puede verse, las ofrendas y su contenido se relacionan de manera sugerente con el sacrificio. Por otra parte, la ubicación, cortes y características de las mismas pueden observarse en los planos respectivos. Para terminar, diremos que no hemos mencionado aquí algunas esculturas a las que se les confundió con Coyolxauhqui. Al momento del descubrimiento de Coyolxauhqui 3, entre los que dirigían el rescate de la diosa se desató una Coyolxauhquitis que los llevó a identificar erróneamente a la diosa y a no hacerlo cuando sí se trataba de ella, como fue el caso ya señalado de la Coyolxauhqui 6. Las figuras mal interpretadas fueron la lápida verde de la cámara 1; un pectoral que se encontró dentro de esa misma cámara trabajada por ambos lados, en uno de los cuales se ve la figura de un personaje con escudo y dardos en las manos y la otra fue un disco de piedra con un rostro. Aunque estas dos últimas se consideraban como probables, la verdad es que ninguna muestra atributos de la diosa.

REFLEXIÓN FINAL

Más que conclusiones prefiero hacer una reflexión final. Creo que, sin lugar a dudas, Coyolxauhqui y su contexto son de los más claros ejemplos del mito convertido en arquitectura, en escultura, en fin, en la presencia del mito vivo a través del Templo Mayor. De las representaciones de la diosa, llama la atención la diversidad de formas en que se le plasma. Ya habíamos hablado de cómo el arte azteca crea desde un realismo asombroso hasta abstracciones impresionantes. Tal parece que para aquellos artistas anónimos el mundo simbólico fue el camino para dialogar con los dioses… y con el hombre. La necesidad muy humana del Tlatoani por perpetuarse 10 llevó a no aprovechar la creación anterior. Tenía que reconstruir el Templo y el mito y gracias a ello nos han llegado las varias superposiciones de todos los elementos componentes. En cada nuevo agrandamiento se dejaba el sello propio del gobernante y del artista, del sacerdote y del pueblo participante en aquellas festividades colectivas, pero también del sojuzgado que tenía que construir con sus propias manos y entregar el tributo que le era impuesto por la conquista militar. Así, el mito se repetía no sólo en el ritual del cerro-templo, sino también en el quehacer cotidiano del triunfo de Huitzilopochtli y de la derrota de los enemigos que, destinados al sacrificio, quedaban representados en aquellas figuras de la diosa derrotada … Al revisar detenidamente a la Coyolxauhqui 4, vimos que ésta no corresponde a los fragmentos de la Coyolxauhqui 5. Por cierto, de esta última se encontró un nuevo fragmento que forma parte del penacho.

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«Nuestro pasado prehispánico más vivo que nunca»
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